jueves, 3 de junio de 2010

"las cuatro estaciones"


La naturaleza, más que una madre una chiquilla tímida y juguetona al propio tiempo; un extraño ser lleno de vida al que, en no pocas ocasiones, no comprendemos y que, cuando creímos entender, en realidad descubrimos que no fue sino una ilusión de nuestra mente tantas veces esquiva e irreal como la propia vida.
En la antigüedad, a esta chiquilla, a la que dieron el nombre de naturaleza la vieron ir creciendo en momentos mágicos y extraños, esotéricos por ser más eufemistas que nadie; y así, quedó unificado el criterio, racional y tal vez por ello no exacto, de llamarlo “estaciones”, como serían luego las de , apeaderos, los autobuses, trenes y tantos otros vehículos.
Estaciones. Momentos y lugares de entrada y salida, de llegada y partida pero en cualquier caso nunca de permanencia, pues, no en vano, nadie se permanece siempre en primavera o en otoño, ni tan siquiera en el plácido verano… las estaciones son esos días claves en los que un solsticio da paso a un equinoccio y viceversa conformando el “annus vitae” o “año vital”, caprichoso y divertido pues es hermano de la naturaleza, ya saben de quien hablamos.
Pero esta naturaleza a su vez, que se conforma las estaciones vimos que finalmente podían enclavarse o enuniarse en cuatro períodos con sus respectivas estaciones, había que diferenciarlas y por ello, convino la humanidad, aquél homo… tal vez sapiens, en ponerlas en un orden numérico y correlativo, como son los días y la propia vida en general. Y de este frío y tremendo invento nacería la prima de todas las estaciones donde se “ve” el resurgir de todos los momentos olvidados del pasado y tras un período de recogimiento y trabajo interior emerge cual lava de un volcán la exuberante vida con todo su colorido y esplendor, es la prima en la se que se “ve”, luego es la prima-ve..ra. ; mas… no contento con ello, llegado el crecimiento y el fulgor de la vida cotas de crecimiento insuperable, el estío y el jubilo no fenece, ni se marchito sino que se mantiene, ya no es la prima, pero sí se mantiene lo que se ve por eso el final de la palabra “prima…vera” da origen al “vera…no”. El calor de la vida en estado puro hace que nuestras sensaciones corporales aumenten y den sensación de cansancio, de dejadez de relajación plácida después de una primavera bien trabajado, y una energía, la de la vida, corriendo como ríos por nuestras venas…
Nada es para siempre, y siempre es mucho tiempo, de tal modo y manera que tanta energía quemada y consumida desde el amor y la armonía con el universo, hace que los cartuchos gestionados y utilizados lleven a prepararnos para el momento mágico del recogimiento de reservas cual hormiga preveyendo que otro período más duro si cabe vendrá detrás. Así con el final del “Veran…o” nacerá el “O…toño”, en ese momento donde las locuras de la adolescencia frenética y el exceso de confianza en todo nuestro entorno y nosotros con él va frenando y tomando conciencia de que se acabó las ascensión de esta montaña que es la vida y que, como los alpinistas, toda subida tiene una bajada y este descenso es precisamente el más arriesgado, pues, es ahí, donde están las peores lesiones y lo más difícil de toda ascensión.
Todo listo y preparado, mentalizados del descenso de la montaña y de la llegada al campo base es un hecho, ahora conviene respirar cada paso, cada inspiración y cada espiración… Ese es el trabajo interno… o intierno o si lo prefieren tal vez hayan oído el término “invierno”, frío y crudo por fuera por que el calor ahora se encuentra dentro, como en el hogar de toda casa de campo. Frío y hostil porque nos empeñamos en considerar la realidad como bifocada en bueno y malo pero bueno y malo son partes de una misma realidad… A fin de cuentas, si el invierno no fuera así el verano no sería de otra manera y ambos se autoayudan y complementan.
Es la vida, ella no va ni viene, porque a ella el tiempo no le afecta, la vida no va a ninguna parte, sencillamente se limita a estar ahí, sin tiempo ni espacio, ni realidades mundanas de mentes pensantes… es vida, es la naturaleza, una estación tras otra un día tras otro… siempre lo mismo… siempre nuevo, nunca igual.
Cabe deducir, como esquivo de la mente lógica y dual que todos poseemos, que esto es válido en un único idioma, o en pocos más, evidentemente, la naturaleza del ser humano es sabia y no trata con parámetros lingüísticos, para eso estamos nosotros, ella se limita, como ya dije a estar ahí, lo demás, es una pura fantaía nuestra ¿o no?

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