miércoles, 20 de febrero de 2013

Malena


Relato de una gran amiga Mar Escutia Saiz, seguro que llega a ser una gran escritoria y yo me alegraré por ello, ahí queda su relato, con su permiso su cariño y mis bendiciones y gratitudes por dejarme semejante honor

"Desde que Malena le abandonó, hoy se cumplen justo quince días, Víctor se confunde con su sombra. En esta última quincena, sus mejores amigos le hemos visto convertirse en un ser con apariencia humana que camina, responde, se alimenta, sin transmitir emoción alguna, ni siquiera tristeza o resignación. Víctor no brilla, ha dejado de arder ante nuestros ojos con su optimismo casi enfermizo, está muerto en vida.
He decidido hablar con él esta misma tarde, ponerle los puntos sobre las íes. Él ya sabía que Malena es un espíritu libre, su marcha ha sido, sencillamente, la crónica de un abandono anunciado.
Llamo al timbre y, casi de inmediato, Víctor me abre la puerta, como si estuviese esperando al otro lado. Cuando descubre que soy yo, apenas me dirige un leve movimiento de cabeza con el que me invita a entrar. Sabe a qué he venido y no le gusta, es evidente que preferiría seguir revolcándose en el lodo del dolor y la impotencia. No se lo voy a permitir. Me aclaro la garganta, allá voy.
- Víctor, ¿cuánto tiempo vas a permanecer así? – le suelto en un alarde de originalidad.
- El que sea necesario Mar, el que sea necesario – se gira hacía la pared de enfrente y continúa en un susurro apenas audible – esa hija de puta me ha hecho daño de verdad… - y estalla en sollozos.
- Vamos, Víctor… insultarla no sirve de nada, no te castigues – respondo. Curiosamente me siento más molesta por los exabruptos que acaba de pronunciar que conmovida por sus lágrimas. Le tiendo un kleenex – todos sabemos como y donde encontraste a Malena… era carne de cañón y lo sabes...
Víctor vuelve la cabeza hacía mí, rápido como una fiera. Tiene los ojos inyectados en sangre, me asusta un poco pero no muevo un dedo. Ni siquiera respiro.
- Coño Mar, sí, lo sé, lo sé, sabía que esto pasaría pero… Malena es tan dulce, tan elegante… todo en ella me conmueve, sus ojos Mar ¿viste sus ojos? … qué hija de puta Mar, qué hija de puta… le di todo ¡¡todo!! Incluso dormí con ella aunque sospechaba que podía padecer alguna enfermedad infecciosa – Víctor rompe a llorar de nuevo - ¡¡qué hija de puta!! ¡¡Nunca debí esterilizarla!! - Me hallo completamente sumida en la sorpresa, jamás he escuchado a Víctor soltar tantos improperios seguidos. Sabe que odio a las personas que los utilizan, que no los permito en mi vocabulario ni en el de los que me rodean. Definitivamente, el penoso estado de Víctor ha pasado a segundo plano para mí.
- Víctor por Dios, insultarla no soluciona nada – grito indignada intentando llevarlo a mi terreno sin que se note demasiado – deja de comportarte como un niño… Malena ha vuelto a la calle porque es eso lo que le gusta, es su vida Víctor… repámpanos, Malena no es más que una gata Víctor ¡¡una gata!
Esta última afirmación corta en seco el llanto de Víctor, que levanta la cabeza para mirarme. Sus ojos brillan febrilmente, una sonrisa difícil de clasificar se dibuja en sus labios. Me coge por los brazos, aprieta, me hace daño. Abre la boca con la intención de decir o gritar algo, me preparo para lo peor, intuyo una reacción que marcará un antes y un después en nuestra amistad. Entonces el tiempo se detiene: ambos hemos escuchado nítidamente un suave arañazo proveniente de la ventana. Nuestras cabezas se giran en esa dirección al mismo tiempo y la vemos: Malena, adorablemente felina, intenta llamar nuestra atención desde fuera.
Víctor me suelta de golpe y acude raudo a la ventana, cual caballero al rescate de su dama. Abre las hojas y tiende los brazos a Malena que no duda en instalarse entre ellos con una agilidad envidiable, especialmente para un ser humano torpe como yo. Cuando Víctor vuelve la cara hacía mí, su aspecto es el del hombre que siempre ha sido: la sonrisa ha vuelto a su rostro, un leve rubor inunda sus mejillas, sus párpados cerrados, mientras acaricia a la gata y la oprime contra su pecho, denotan como está disfrutando el reencuentro. Malena, Malena, has vuelto, repite sin cesar…
Descubro a Malena mirándome. No hay duda: está clavando su mirada gris en mis ojos y sonríe, sí, sonríe como el gato de Cheshire de Alicia en el País de las Maravillas, con una sonrisa socarrona que parece decir: no te vayas muy lejos, este capullo te necesitará pronto. Y, pese a que odio utilizar tacos o groserías, no puedo evitar decirme a mí misma: qué gata más hija de puta."


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